La salvación está asegurada para todos aquellos
cuyos nombres han sido escritos en el libro de
la vida.
La razón por la que estar registrados en el
libro de la vida asegura nuestra salvación es
que el libro es llamado «el libro de la vida
del Cordero que fue inmolado» (Apocalipsis 13:8).
Los nombres en este libro no son salvos en base
a las obras de las personas. Son salvos en base
a que Cristo fuera inmolado.
¿Cómo es entonces que el registro de nuestra
vida que contienen «los libros» tiene un rol en
nuestro juicio? La respuesta es que los libros
contienen suficiente evidencia de que nosotros
pertenecemos a Cristo, lo que funciona como una
confirmación pública de nuestra fe y unión con él.
Consideremos Apocalipsis 21:27: «
jamás entrará
en ella [la nueva Jerusalén] nada inmundo, ni el
que practica abominación y mentira, sino sólo
aquellos cuyos nombres están escritos en el
libro de la vida del Cordero». Aquí el resultado
de estar «escritos en el libro de la vida del
Cordero» no es solamente no perecer, sino también
no practicar comportamientos pecaminosos
detestables.
Por ejemplo, consideremos al ladrón de la cruz.
Jesús dijo que él entraría al paraíso
(Lucas 23:43). Pero ¿cómo será el juicio para él
cuando los libros sean abiertos? Más del 99.9 %
de su vida será pecado. Su salvación estará
asegurada por la sangre de Cristo.
Luego Dios abrirá los libros y usará el registro
del pecado para glorificar el supremo sacrificio
de su Hijo, y usará la última página para mostrar
el cambio que ocurrió en las actitudes y palabras
del ladrón. La última página las últimas horas en
la cruz será la confirmación pública de la fe y
la unión del ladrón a Cristo.
Por lo tanto, cuando digo que lo que está escrito
en los libros es una confirmación pública de
nuestra fe y unión con Cristo, no me refiero a
que el registro contenga más obras buenas que malas.
Me refiero a que allí estará registrado el tipo de
cambio que demuestra la realidad de la fe:
la realidad de la regeneración y la unión con
Cristo. Es así como llegaré a ese día, con
confianza de que mi condenación es pasado
(Romanos 8:3), de que mi nombre está escrito en
el libro de la vida, y de que aquel que empezó la
buena obra en mí la perfeccionará hasta el
día de Cristo.
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