La gracia no solo es la predisposición de Dios
a hacernos bien cuando no lo merecemos darnos
favor inmerecido. También es el poder de Dios
actuando en nuestra vida y haciendo que
sucedan cosas buenas en nosotros y para
nosotros.
Pablo dijo que cumplimos todo propósito de
bondad «con su poder» (versículo 11), y luego
agrega al final del versículo 12: «por la
gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo».
El poder que obra en nuestra vida para hacer
posible la obediencia que exalta a Cristo es
en realidad una extensión de la gracia de Dios.
Podemos observar esto también en
1 Corintios 15:10:
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y
su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes
he trabajado más que todos ellos; pero no yo,
sino la gracia de Dios conmigo.
La gracia es un poder activo, presente y
transformador que hace posible la obediencia.
Por lo tanto, esta gracia que proviene de Dios y
que actúa con poder en nosotros es, en un momento
dado, tanto pasada como futura. Ya ha hecho algo
por nosotros o en nosotros antes, y por eso es
pasada. También va a seguir actuando en nosotros
y por nosotros, por eso es futura ya sea dentro
de cinco segundos o cinco millones de años.
La gracia de Dios es una constante cascada que
baja por la catarata del presente, cuyas aguas
vienen del inagotable río de gracia que proviene
del futuro y llenan el creciente embalse de la
gracia del pasado. En los próximos cinco minutos,
estaremos recibiendo la gracia sustentadora que
fluye hacia nosotros desde el futuro, y estaremos
acumulando el valor de cinco minutos de gracia en
el embalse del pasado.
Encuentra más devocionales de John Piper en Español
en nuestro sitio web: