La seriedad de la gratitud

Notemos que la ingratitud aparece junto a la
soberbia, las blasfemias y la insubordinación.

En otro pasaje, Pablo dice: «Ni siquiera se
mencionen entre vosotros… ni obscenidades, ni
necedades, ni groserías… sino más bien acciones
de gracias» (Efesios 5:4). Al parecer, la gratitud
es lo opuesto a la maldad y la violencia.

Esto se debe a que la gratitud es un sentimiento
humilde, y no soberbio. Exalta a los demás, no a
uno mismo. Surge de un corazón alegre, no de la
ira ni de la amargura.

La clave para tener un corazón agradecido y
sobreponerse a la amargura, la maldad, la
irreverencia y la violencia es una fe firme en
Dios, el Creador, Sustentador, Proveedor y Dador de
Esperanza. Si no creemos que estamos totalmente en
deuda con Dios por todo lo que tenemos o esperamos
tener, entonces la misma fuente de la gratitud se ha
agotado.

Por eso concluyo que el aumento en la violencia, el
sacrilegio, la maldad, y la insubordinación que se
ve en los últimos tiempos está relacionado con Dios.
El problema fundamental es la falta de sentimientos
de gratitud en los niveles más altos de nuestra
dependencia.

Cuando la fuente de gratitud dirigida a Dios, en lo
alto de la montaña, se seca, pronto los depósitos
de gratitud empiezan a secarse en las partes más
bajas de la montaña. Y cuando la gratitud se agota,
la soberanía de la persona sobre sí misma permite más
y más corrupción para su placer.

Oremos para que haya un gran avivamiento de humilde
gratitud.

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