Los creyentes en Jesús son hermosos para Dios
(¡somos su esposa!), y él nos ama tanto que no
permitirá que nuestra hermosura se convierta
en nuestro dios.
Dios en verdad hace mucho en nosotros
(nos adoptó), pero lo hace de modo que miremos
fuera de nosotros mismos y podamos deleitarnos
en su grandeza.
Pruébense a ustedes mismos. Si Jesús viniera
a pasar el día con ustedes, se sentara junto a
ustedes en el sofá y les dijera: «En verdad
los amo», ¿en qué se enfocarían por el resto
del día que pasarían juntos?
Creo que hay demasiadas canciones y prédicas
que nos dan una respuesta errónea. Nos dejan
con la impresión de que alcanzaríamos las
mayores alturas del gozo meditando con
recurrencia en el sentimiento de que somos
amados. «¡Él me ama! ¡Él me ama!». En verdad
aquello nos llena de gozo; pero no hallamos
en eso ni las mayores alturas ni el enfoque
correcto.
¿Qué queremos decir con la frase «soy amado»?
¿A qué nos referimos? ¿Qué significa
«ser amado»?
Creo que hallaríamos el más grande de los
gozos y el que más exalta a Cristo al
contemplarlo todo el día y estallar en
exclamaciones como «¡Cuán grande eres!, y
¡cuán asombroso!».
Él responde hasta la pregunta más difícil:
su sabiduría es asombrosa.
Él toca a una llaga repugnante y en
supuración: su compasión es asombrosa.
Él resucita a una mujer muerta en un
consultorio médico: su poder es asombroso.
Él predice lo que sucederá en las próximas
horas: su conocimiento anticipado es
asombroso.
Él duerme durante un terremoto: su audacia
es asombrosa.
Él dice «Antes que Abraham fuese, YO SOY»:
sus palabras son asombrosas.
Paseamos con él profundamente maravillados
de lo que nuestros ojos ven.
¿Acaso no consiste su amor en su deseo de
hacer por nosotros todo lo que sea necesario
hacer (incluso morir por nosotros) para que
podamos maravillarnos en él sin ser
incinerados por él? La redención, la
propiciación, el perdón, la justificación,
la reconciliación todo eso tenía que suceder.
Todos esos actos constituyen la obra del amor.
Sin embargo, la meta del amor que hace que
todas esas obras sean obras de amor es que
estemos en él y que quedemos boquiabiertos al
ver una gloria tan grande que nos deja atónitos.
En esos momentos, nos olvidamos de nosotros
mismos y lo vemos y sentimos a él.
Por eso es que ruego a los pastores y maestros:
conduzcan a las personas, mediante las obras
del amor de Cristo, a la meta de su amor. Si
la redención y la propiciación y el perdón y la
justificación y la reconciliación no nos llevan
a deleitarnos en Jesús mismo, no son obras del amor.
Insistan en este punto: es el motivo de la oración
de Jesús.
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