Muchos cristianos en el mundo hoy no conocen
el peligro de vida que conlleva creer en
Cristo. Nos hemos acostumbrado a estar libres
de dicha persecución. Nos parece que es la
manera como debe ser.
Por eso, nuestra primera reacción ante la
amenaza de que las cosas podrían ser de otra
manera es a menudo ira. Pero esa ira puede
ser una señal de que hemos perdido el sentir
de que somos extranjeros y peregrinos
(1 Pedro 2:11 dice: «Amados, os ruego como
a extranjeros y peregrinos»).
Quizás nos hemos establecido demasiado en
este mundo. No tenemos nostalgia por Cristo
como Pablo la tenía: « Porque nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde
también ansiosamente esperamos a un Salvador,
el Señor Jesucristo
»
(Filipenses 3:20).
Muchos de nosotros necesitamos el
recordatorio: «Amados, no os sorprendáis del
fuego de prueba que en medio de vosotros ha
venido para probaros, como si alguna cosa
extraña os estuviera aconteciendo»
(1 Pedro 4:12).
¿Se han preguntado alguna vez cómo
responderían en la hora de la prueba final?
Apuntando con un arma en la mano, un hombre
pregunta: «¿Eres cristiano?».
He aquí una palabra sólida para darles
esperanza de que responderían mejor de lo
que creen.
«Si sois vituperados por el nombre de Cristo,
dichosos sois, pues el Espíritu de gloria
y de Dios reposa sobre vosotros»
(1 Pedro 4:14). Estas palabras de aliento de
Pedro dicen que en la hora de amenaza inusual
(ya sea insulto o muerte), habrá un
«Espíritu de gloria y de Dios reposando en
vosotros». ¿No significa eso acaso que Dios
otorga especial ayuda en la hora de crisis
a aquellos que sufren por ser cristianos?
No quiero decir que él esté ausente en
otros de nuestros sufrimientos. Simplemente
quiero decir que Pedro interrumpió el fluir
de su discurso para decir que aquellos que
sufren «por el nombre de Cristo»
experimentarán un «reposo» en sí mismos del
«Espíritu de gloria y de Dios».
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