Este versículo es totalmente alentador para
pecadores imperfectos como nosotros, y nos
llena de motivación para buscar la santidad.
Lo que significa es que podemos tener la
certeza de que, a los ojos de nuestro Padre
celestial, fuimos perfeccionados y estamos
completos; no porque seamos perfectos ahora,
sino precisamente porque, aunque aún no somos
perfectos, estamos siendo «santificados».
«hechos santos». Por la fe en las
promesas de Dios, estamos distanciándonos de
nuestras pertinaces imperfecciones, para
acercarnos cada vez más a la santidad.
¿Nos hace nuestra fe desear abandonar el
pecado y crecer en santidad? Ese es el
tipo de fe que, en medio de la imperfección,
puede mirar a Cristo y decir: «Ya me has
hecho perfecto a tus ojos».
Esa es la fe que dice: «Cristo, hoy he pecado.
Pero aborrezco mi pecado, porque tú has escrito
tu ley en mi corazón y anhelo cumplirla. Estás
obrando en mí lo que es agradable a tus ojos,
y por eso odio el pecado que todavía hay en
mí y los pensamientos pecaminosos que todavía
guardo».
Esa es la fe verdadera y realista que salva.
No es la jactancia del fuerte. Es el clamor
del débil en necesidad de un Salvador.
Los invito y los insto a ser lo bastante
débiles para confiar en Cristo de esta manera.
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