Una de las preguntas que formulé hace
poco, cuando predicaba acerca de amar
a nuestros enemigos basado en Mateo
5:44, fue la siguiente: ¿Cómo hace uno
para amar a quien lo secuestra y asesina?
¿Cómo se logra esto? ¿De dónde viene el
poder para amar de esa forma? Solo
pensemos en lo asombroso que resulta ver
algo así en la vida real. ¿Hay algo que
pueda mostrar el poder, la verdad y la
realidad de Cristo mejor que esto?
Jesús presenta en el mismo capítulo la
clave de este amor radical y de entrega
personal.
En Mateo 5:11-12, Jesús vuelve a hablar
de la persecución. Lo notable de este
pasaje es que Jesús dice que no solo
somos capaces de soportar el maltrato de
nuestros enemigos, sino que también
podemos regocijarnos en estas circunstancias.
Esto parece estar fuera de nuestro alcance.
Si pudiéramos hacerlosi pudiéramos
regocijarnos en la persecución entonces sería
posible amar a nuestros enemigos. Si el
milagro de gozarnos en medio del horror de
la injusticia, del dolor y de las pérdidas
sucediera, entonces también podría ocurrir
el milagro de amar a quienes nos causan el
sufrimiento.
Jesús da la clave para el gozo en estos
versículos: «Regocijaos y alegraos, porque
vuestra recompensa en los cielos es grande».
La clave para el gozo es la fe en la gracia
venidera de Dios: «vuestra recompensa en los
cielos es grande». Creo que este gozo es el
poder que nos hace libres para amar a nuestros
enemigos cuando nos persiguen. Si eso es cierto,
entonces el mandamiento de amar equivale a
poner nuestra mente en las cosas de arriba y
no en las de la tierra.
(Colosenses 3:2).
El mandamiento de amar a nuestros enemigos se
traduce en hallar nuestra esperanza y
satisfacción en Dios y en su gran galardón: su
gracia venidera. La clave del amor radical es la
fe en la gracia por venir. En medio de la agonía
debemos persuadirnos de que el amor de Dios es
«mejor que la vida» (Salmos 63:3). El amor hacia
los enemigos no nos da la recompensa del cielo.
Atesorar la recompensa del cielo es lo que nos
da poder para amar a nuestros enemigos.
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