Hay solo una razón básica por la cual
desobedecemos los mandamientos de Jesús:
porque no confiamos en que la obediencia nos
traerá más bendición que la desobediencia.
No confiamos plenamente en lo que Dios prometió.
¿Qué prometió Dios? Pedro lo enseña de este modo:
No devolváis el mal por mal, o insulto por
insulto, sino más bien [bendecid], porque fuisteis
llamados con el propósito de heredar bendición. El
que quiere amar la vida y ver días buenos… apártese
del mal y haga el bien (1 Pedro 3:9-11).
Siempre estaremos mejor en obediencia que en
desobediencia, incluso si obedecer nos costara la
vida:
En verdad os digo: No hay nadie que haya dejado casa,
o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o
tierras por causa de mí y por causa del evangelio,
que no reciba cien veces más ahora en este tiempo…
junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la
vida eterna (Marcos 10:29-30).
La única forma de obtener el poder necesario para
seguir a Cristo en el costoso camino del amor es estar
llenos de esperanza, y con la plena confianza de que si
perdemos nuestra vida haciendo su voluntad, la
volveremos a encontrar y seremos recompensados
abundantemente.
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