Nunca he escuchado a nadie decir: «Las lecciones
verdaderamente profundas en mi vida las aprendí
en tiempos de comodidad y vida fácil». Pero sí
he escuchado a grandes santos decir:
«Cada avance importante que alguna vez haya
tenido en entender el insondable amor de Dios y
en crecimiento profundo con él, ha sido a través
del sufrimiento».
Esta es una verdad bíblica que debemos
considerar seriamente. Por ejemplo: «por quien
Cristo lo he perdido todo, y lo considero como
basura a fin de ganar a Cristo» (Filipenses 3:8).
Parafraseado: No hay ganancia sin dolor. O también:
Que todo sea sacrificado ahora, si eso me dará
más de Cristo.
Aquí hay otro ejemplo: «Aunque era Hijo, aprendió
obediencia por lo que padeció» (Hebreos 5:8).
El mismo libro dice que él nunca pecó
(Hebreos 4:15).
Entonces, aprender obediencia no significa pasar
de desobediencia a obediencia. Significa crecer
de manera más y más profunda con Dios en nuestra
experiencia de obediencia. Implica experimentar
la profundidad de la sumisión a Dios que de otra
manera no habría sido requerida. Esto es lo que
vino a través del sufrimiento. No hay ganancia
sin dolor.
Samuel Rutherford dijo que cuando él fue echado
a las cavas de la aflicción, se acordó de que el
gran rey siempre guardaba su vino en ese lugar.
Charles Spurgeon dijo: «Aquellos que se sumergen
en el mar de la aflicción consiguen perlas
excepcionales».
¿No queremos más a nuestro amado cuando sentimos
un dolor extraño que nos hace pensar que tenemos
cáncer? Ciertamente, somos criaturas extrañas.
Si tenemos salud y paz y tiempo para amar, es
algo apresurado y escaso. Pero si nos estamos
muriendo, el amor es profundo, un río lento de
gozo inexpresable, y prácticamente no podemos
dejarlo.
Por lo tanto: «Tened por sumo gozo, hermanos míos,
el que os halléis en diversas pruebas»
(Santiago 1:2).
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