«Dios nos concedió la pluralidad [de ancianos] porque le gusta mucho la humildad». Me llamó la atención la frecuencia con la que Dave Harvey menciona la humildad en su nuevo libro The Plurality Principle1 [El principio de la pluralidad], basado en la creación y el mantenimiento de equipos de liderazgo en la iglesia.
No es una idea nueva que la pluralidad —un equipo de pastores-ancianos, a diferencia de un solo pastor— requiere y fomenta la humildad. Pero lo que no me esperaba es la frecuencia con la que Harvey iba a repetir que el liderazgo en equipo es poderoso porque destruye el orgullo y cultiva la humildad.
Harvey, como muchos de nosotros, ha visto y oído una lista interminable de fracasos pastorales durante los últimos años. Algunos de estos hombres lideraban oficialmente la iglesia y sus ministerios en solitario, aunque muchos otros tenían instaurados colegas pastores-ancianos, pero que en realidad tenían poca responsabilidad y algunos privilegios especiales, todo ello supervisado de cerca por el pastor. Al final, con demasiada frecuencia era un solo hombre el que estaba al mando, cuando podría haber sido un equipo. Y, con el tiempo, la iglesia, su testimonio y el propio pastor llegaron a sufrir por ello.
«Toda comunidad cristiana pone a prueba nuestra humildad» —escribe Harvey— «pero formar parte de un equipo de liderazgo nos lleva a niveles mucho más exigentes» (p. 127). Luego observa: «La humildad debe aprenderse con el tiempo para que las personas sospechen primero de sí mismas —no de los demás—, y sirvan primero a los demás (no a sí mismas)». Sospechar primero de uno mismo y servir primero a los demás. Eso es perspicaz, y marca un punto de inflexión en el buen liderazgo en la iglesia. Cuando surgen dificultades, ¿sospechan los ancianos en primer lugar de sí mismos —no de los demás—, y sirven en primer lugar a los demás (no a sí mismos)? ¿Y qué es lo que determinar el camino que deben tomar los pastores?
«La humildad es el aceite que lubrica el motor de la pluralidad», escribe Harvey. «Si quieres conocer el secreto primordial que forma la base de los grandes equipos, de las reuniones marcadas por la unidad, del cuidado personal de los mayores y de la rendición de cuentas responsable y cordial, es este: la humildad» (p. 98).
De qué manera produce humildad la pluralidad de ancianos
A diferencia de la visión que el mundo tiene del liderazgo como realización personal y acumulación de privilegios, la visión cristiana del liderazgo tiene a Dios —no al yo— en el centro. Los pastores-ancianos no han sido llamados a enaltecer su propio sentido de confianza y autoestima. Por el contrario, nuestro llamado nos lleva a hacer sacrificios extras, y soportar cargas y costes adicionales para que nuestros hermanos en la congregación miren a Cristo y vayan a Dios.
Nuestra necesidad de ser humildes crece cuanto más nos rodeamos de otras personas, especialmente si nos unimos en un llamado para liderar juntos. Aunque la humildad es ante todo una virtud de la criatura en relación con el Creador, muchos de los grandes textos acerca de la humildad vienen en el contexto del pueblo de Dios como iglesia local (Fil 1:27—2:5; Ef 4:1-3; 1 P 5:5-7).
Consideremos cuatro formas, entre muchas otras, en las que el liderazgo de equipo promueve nuestra humildad.
1. Los equipos de liderazgo exponen los deseos egoístas y las ambiciones impías
Los apóstoles nos advierten de los peligros de la «ambición personal» (eritheia, en griego). Santiago escribe: «donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala» (Stg 3:16; cf. Stg 3:14). Pablo enumera la ambición egoísta como una de las «obras de la carne» junto con «adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas» (Gá 5:19-21; cf. 2 Co 12:20; Fil 1:17; 2:3).
La «ambición personal», o la obediencia «a la injusticia» (Ro 2:8), es trágica tanto en el ser humano como en el creyente, pero, más aún en los líderes cristianos. Y es una amenaza especial para los «llaneros solitarios». ¿Quién la detectará y la frenará cuando aparezca en alguna de sus sutiles formas? Nuestros colegas de equipo pastoral. Hombres que son nuestros compañeros, con los mismos principios y similares perspectivas, y que pueden distinguir cuando los proyectos y decisiones son para beneficio propio, en lugar de beneficiar a la iglesia.
A menudo, hay una línea muy delgada entre promocionarse a uno mismo, y acceder a servir en posiciones de liderazgo que son visibles y reconocidas. Los buenos equipos pastorales —equipos funcionales, no solo de nombre— tienen la tendencia a exponer nuestros deseos egoístas y ambiciones impías, y a frenarlas antes de que se arraiguen. Como escribe Harvey:
Si eres nuevo trabajando en un equipo, pronto verás cómo a menudo la pluralidad [de ancianos] revela tus sueños de ser el héroe y los deseos carnales que tienes para con el ministerio, y te obliga a lidiar con ellos […]. Para servir como parte de una sana pluralidad de ancianos, un pastor debe conocer su función, estar dispuesto a someterse a la autoridad, aprender a ser humilde, navegar entre matices que no son ni blancos ni negros, y estar dispuesto a pensar en sus dones y posición a través del prisma de qué es lo que bendice a la iglesia, y no a su agenda personal. Liderar en comunidad nos desnuda ante todos (pp. 29-30).
2. Los equipos de liderazgo fomentan la clase correcta de desacuerdo
Los desacuerdos son inevitables en la iglesia y en todas las esferas de la vida. La cuestión no es si se producirán, sino cuándo y cómo. Los equipos pastorales sanos promueven que la clase correcta de desacuerdos se produzcan pronto y con frecuencia, en el contexto de una relación fluida y de confianza mutua. Es mejor escuchar primero en privado el punto de vista contrario de un hermano y colega que sabes que te ama, que escucharlo en público o a través de una tensa llamada de teléfono o carta, después de que se haya implementado una decisión precipitada.
Escuchar a un hermano al que admiras y respetas decirte que no está de acuerdo contigo produce humildad. Además, es adicionalmente humillante darse cuenta de que fuiste miope, o te equivocaste, y tener que admitirlo. La pluralidad en el liderazgo fomenta la clase correcta y sana de desacuerdo, en el momento y contexto adecuados.
3. Los equipos de liderazgo nos muestran el gozo de no hacerlo todo
Una cosa es admitir, como líder, que uno es humano y que no puede hacerlo todo —en teoría—; y otra es realizar tu labor diaria y semanal como si efectivamente pudieras hacerlo todo. Los equipos pastorales nos muestran claramente esta humilde verdad, haciendo que quede firmemente registrada en nuestros corazones.
Para que el liderazgo en equipo prospere con el tiempo, escribe Harvey: «Cada hombre debe creer que necesita a los demás hombres». Y ver la necesidad que tenemos los unos de los otros desarrollada ante nuestros propios ojos, sirve para desterrar la pretensión de que somos nosotros los que merecemos el crédito por el éxito ministerial.
4. Los equipos de liderazgo ponen a prueba nuestra paciencia, y producen mejores resultados
El liderazgo en equipo no suele ser eficiente, pero sí eficaz; que es como Dios quiere que su iglesia sea se dirigida.
Cuando el pastor es básicamente el «director general» de la iglesia, los proyectos y las decisiones suelen ejecutarse con rapidez. Por el contrario, el trabajo en equipo lleva tiempo. Hay que sincronizar las agendas, explicar las cosas, razonar los motivos, responder a las objeciones, preparar los borradores y añadir los cambios necesarios. El liderazgo compartido en un equipo no suele ser eficiente.
Pero aparentemente, a Dios no le parece una prioridad la eficiencia en el liderazgo de la iglesia local. Y esto es algo en lo que merece la pena reflexionar detenidamente en la actualidad, cuando las organizaciones seculares ponen el acento en la eficiencia (y tienen sus razones para ello). Sin embargo, no es así para con la iglesia. El testimonio claro y homogéneo del Nuevo Testamento respecto a un liderazgo plural en la iglesia local muestra que Cristo está más interesado en que su cuerpo sea más eficaz que eficiente. De nuevo, Harvey escribe:
Dios ama la unidad y por ello nos llama a formar parte de un equipo (un lugar donde debemos perseverar unánimemente en humildad para funcionar con eficacia). Dios ama hacernos santos, así que nos une a hombres que nos harán crecer. Dios ama la paciencia y, por tanto, impone una forma de gobernar que requiere escuchar con humildad y confiar en que él está actuando en la vida de los demás. Dios ama la humildad, por eso nos dio la pluralidad [de ancianos] (p. 99).
Es más duro, pero es mejor
El trabajo en equipo en el ministerio es un don precioso. Seguramente, miles de pastores solitarios por todo el mundo anhelan tener compañeros ministeriales y siguen sin tenerlos. ¡Quiera Dios responder sus oraciones y afirmar la obra de sus manos! Dios también concede gracia cuando llama a alguien a pastorear en solitario. Aquellos de nosotros que disfrutamos del inestimable don que significa tener colegas ministeriales no debemos caer en el error de darlo por sentado.
El liderazgo de un equipo no siempre es fácil. Muchas veces no parece eficiente. Los compañeros de liderazgo pueden hacernos sentirse incómodos. En ocasiones, puede parecernos que sería mejor liderar en solitario.
Pero liderar en equipo frena nuestro orgullo y lo corrige. Nos produce incomodidad y afecta a nuestro bienestar, pero el beneficio para la iglesia y, para nuestro propio gozo a largo plazo, superan con creces el esfuerzo.
1. Todas las citas de The Plurality Principle han sido traducidas directamente del original en inglés. (N. del T).
David Mathis es editor ejecutivo de desiringGod.org y pastor de Cities Church. Es esposo, padre de cuatro hijos y autor de Rich Wounds: The Countless Treasures of the Life, Death, and Triumph of Jesus (2022).