¿Alguna vez se preguntaron qué hace Dios cuando
estamos buscando en el lugar equivocado algo
que perdimos y que realmente nos hace mucha
falta? Él sabe exactamente dónde se encuentra,
y nos deja seguir buscando en el lugar
equivocado.
Recuerdo cuando necesitaba encontrar una frase
para citar en la nueva edición de mi libro
Deseando a Dios. Sabía que la había leído en un
libro de Richard Wurmbrand. Creí que estaba en
su libro de devocionales Alcanzando las alturas.
Casi podía verla en la cara derecha del libro
abierto. Pero no la encontré.
Sin embargo, mientras buscaba, me quedé absorto
leyendo una de las páginas, el devocional del
treinta de noviembre. En ese momento me dije:
«Esta es una de las razones por las que tuve que
invertir tiempo buscando la cita». Era una
historia, no para mí, sino para los padres de
niños con discapacidades.
Tener un hijo con discapacidades es como estar
buscando en el lugar equivocado algo que se ha
perdido y que no se puede encontrar. «¿Por qué,
por qué y por qué?». Esta fue la recompensa
inesperada por las horas «perdidas».
Catherine fue criada en un hogar para niños con
retrasos mentales durante veinte años. Había
tenido un retraso mental desde el principio y
nunca había dicho ni una palabra, solo vegetaba.
O bien se quedaba quieta mirando las paredes,
o bien hacía movimientos anormales. Comer, beber
y dormir: en eso consistía su vida entera.
Parecía no tener contacto en absoluto con la
realidad que la rodeaba. Tuvieron que amputarle
una pierna. El personal le expresó sus mejores
deseos, con la esperanza de que el Señor se la
llevara pronto a su presencia.
Un día el médico le pidió al director que se
acercara con urgencia. Catherine estaba a punto
de morir. Cuando ambos entraron en la habitación,
no podían creer lo que estaban presenciando.
Catherine estaba cantando himnos cristianos que
había escuchado con anterioridad; había escogido
solo aquellos que eran adecuados para cantar en
el lecho de muerte. Repitió una y otra vez la
canción alemana que decía: «¿Dónde encontrará el
alma su hogar y su descanso?». La cantó por media
hora con el rostro transfigurado, luego partió de
este mundo en paz.
(Extracto de The Best Is Still to Come,
Wuppertal: Sonne und Shild)
¿Acaso hay algo que podamos hacer en el nombre de
Cristo que en verdad sea inútil?
Mi búsqueda frustrada e inútil por lo que pensé
que necesitaba no fue una pérdida de tiempo.
Cantarle a esta niña con discapacidades no fue
una pérdida de tiempo. Tampoco la agonizante e
inesperada desviación del camino que están
atravesando es una pérdida de tiempo: no lo es
si esperan que el Señor obre de manera inesperada
y haga lo que deba hacer en su nombre
(Colosenses 3:17). El Señor obra a favor de los
que esperan en él (Isaías 64:4).
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