El final del Salterio explota con alabanzas instrumentales. Laúdes, arpas, panderetas, cuerdas y tubos son llamados al servicio de la gloria de Dios. En nuestros días, son pianos, guitarras eléctricas y acústicas, metales, cuerdas, instrumentos de viento, sintetizadores, órganos y múltiples tipos de percusión. Todos pueden ser empleados para responder a la palabra de Dios, a su dignidad y a sus obras.
Podríamos pensar que esto significa que cuantos más instrumentos, mejor es la adoración, pero eso no puede ser cierto. No todas las iglesias tienen la gente o los recursos para utilizar múltiples instrumentos. Algunas se conforman con un solo piano o guitarra. Algunas ni siquiera tienen eso.
Pero un instrumento es común a todas las iglesias, grandes o pequeñas. Y felizmente, es el instrumento que más le preocupa a Dios los domingos por la mañana: la voz de la congregación.
Esa realidad no niega la valiosa contribución que otros instrumentos pueden hacer a nuestro canto. Pero debemos verlos como útiles, no cruciales. Deben complementar y apoyar nuestras voces, no reemplazarlas.
Levantamos nuestras voces
A pesar del Salmo 150, las Escrituras que hacen referencia al uso de voces para alabar a Dios superan con creces a las que hacen referencia al uso de instrumentos (alrededor de 7 veces a 1). Eso no es concluyente, pero ciertamente nos indica una dirección.
En cuanto a los Salmos, vale la pena notar que Dios no nos dio un respaldo instrumental para acompañarlos. Él solo proporcionó las letras. Por supuesto, muchos salmos contienen anotaciones musicales, así como órdenes para tocar instrumentos. Pero Dios está evidentemente más preocupado por las palabras que usamos para alabarle que por la música que les ponemos.
Mientras que el Nuevo Testamento hace referencia a flautas, trompetas y arpas (Mt. 11:17; 1 Co. 14:7-8; 1 Ts. 4:16; Ap. 5:8; 14:2; 15:2), el énfasis incuestionable cuando nos reunimos como pueblo de Dios es en el canto (Mt. 26:30; Mr. 14:26; Hch. 16:25; 1 Co. 14:15, 26; Ef. 5:19; Col. 3:16; Stg. 5:13). Es difícil enseñar y exhortar a los demás solo con instrumentos.
Todos en la iglesia (pastores, líderes, equipos técnicos, y por supuesto, los que cantan) pueden contribuir a priorizar la voz de la congregación. Aquí hay algunas ideas sobre cómo podemos trabajar juntos hacia ese fin, empezando con los miembros de la iglesia.
Para los miembros de la iglesia
Puede que no estés involucrado en el ministerio de música formal de tu iglesia, pero aun así juegas un papel vital, al menos de cuatro maneras.
Prepárate. Los buenos músicos planean, practican y ensayan los domingos por la mañana. Como miembro de la congregación, puede que no hagas calentamiento vocal de camino a la iglesia, pero puedes preparar tu corazón.
En lugar de esperar a que la música del domingo te mueva a la adoración, pasa el sábado por la noche o antes de la reunión reflexionando sobre la abundante misericordia que Dios nos ha mostrado en Cristo. En medio de nuestra rebelión, Dios tuvo la gracia de enviar a su Hijo para recibir el castigo que merecíamos, para que pudiéramos ser perdonados, justificados y adoptados en la familia de Dios. Cada promesa de Dios está asegurada para nosotros en Jesucristo. ¿Cómo no vamos a desear cantar?
Participa. Puede ser obvio, pero la congregación será escuchada con más claridad si todos cantan. Sería extraño si los miembros de una banda sostuvieran sus instrumentos y nunca tocaran una nota. De la misma manera, no tiene sentido cuando nos quedamos en silencio en medio de una congregación que canta.
He anunciado justicia en grande congregación; he aquí, no refrené mis labios, Jehová, tú lo sabes (Sal. 40:9).
Mira a tu alrededor. Haz contacto visual con los demás de forma ocasional mientras cantas. ¡Reconozcan que están haciendo esto juntos y que se alegran por ello!
Recibe. A menudo en un domingo, dejo de cantar por un momento y permito que el sonido de los demás proclamando la verdad de Dios inunde mi alma. Cuando Dios nos instruye sobre la música en la iglesia, se nos dice que nos hablamos unos a otros y que nos enseñemos y exhortamos unos a otros (Ef. 5:19; Col. 3:16). Eso concuerda con lo que Pablo escribe en 1 Corintios sobre hacer todo lo posible para edificar a los que nos rodean (1 Co. 12:7; 14:5, 12, 26). Escuchar a otros cantar a mi alrededor es un poderoso medio de gracia y edificación.
No es raro pensar en «perderse» en el sonido de los sintetizadores y de la guitarra ambiental durante un servicio. Pero eso es ajeno al Nuevo Testamento. Somos llamados a dejar que la palabra de Cristo habite en nosotros ricamente, no las experiencias musicales.
Anima. Dedica un tiempo a elogiar a tus líderes y músicos. Agradéceles por una canción en particular que eligieron. Diles cómo Dios ha usado los cantos que dirigen para ayudarte a pensar más claramente en Dios y fortalecer tu fe. Expresa agradecimiento a quienes te rodean y que cantan fuerte, audaz, alegre y fielmente. En especial, anima a aquellos que muestran la gracia de Dios cantando canciones de fe, confianza y alegría en medio de las penas y pruebas.
Para los líderes de la Iglesia
Si eres responsable de planificar o dirigir los cantos en tu iglesia, hay varias maneras de obstaculizar o ayudar a tu gente a cantar.
Enseña el valor de la voz de la congregación. Ya sea a través de comentarios regulares el domingo, o un sermón completo, la iglesia necesita entender qué sonido musical es más importante para Dios. Ayúdales a ver que el canto sincero es necesario para la edificación. Considera comenzar con un «llamado a la adoración» para arraigar su canto en la revelación y los mandatos de Dios.
Vigila el volumen de los músicos. A veces, un grupo musical es tan ruidosa que a la gente le cuesta oír a la persona que está a su lado, y mucho menos el sonido de la congregación. En otras situaciones, el grupo musical y el líder se escuchan tan poco que la gente con voces temblorosas, torpes y no tan afinadas temen cantar. Ajusta el volumen de los instrumentos para que sean lo suficientemente suaves para que la congregación se escuche a sí misma, pero lo suficientemente fuertes para dar confianza y dirección.
Elije el rango de tonos que mejor ayuden a la congregación. Cuando los líderes eligen una clave para una canción porque «suenan mejor en esa clave», se sirven a sí mismos, no a su congregación. Los miembros de la iglesia no asisten al servicio para escuchar a un solista. Al menos no deberían. Pero tenderán a convertirse en espectadores si tienen que esforzarse cada vez que cantan.
Simplifica tus arreglos. Cuando el sonido de los instrumentos es constante y denso, puede dejar a las congregaciones con el sentimiento de que no tienen nada que ofrecer. Del mismo modo, un grupo musical que suena muy profesional puede tentar a la gente a lo largo del tiempo a asombrarse más de lo externo que de la verdad eterna. Intenta usar menos instrumentos. Varíen qué y cuándo tocan. Si usas audífonos, asegúrate de que aún puedes oír a la congregación.
Sube las luces. Aunque algunas personas se sienten más «cómodas» y menos distraídas con las luces bajas, una habitación oscura indudablemente lleva a pensar que las cosas más importantes están sucediendo en la plataforma. También hace que sea más cómodo salir.
Canten a capela. Muchas congregaciones no saben que son el instrumento principal de los domingos porque nunca tienen la oportunidad de escucharse a sí mismas. Si tu iglesia canta con menos confianza cuando los instrumentos dejan de tocar, es una señal de que piensan que el grupo musical es más importante que ellos. Intenta incluir dos o tres momentos de canto a capela cada domingo. Esa práctica regular le recuerda a la iglesia que estamos ahí para apoyarlos, no al revés.
Limita las secciones instrumentales. Cuando la gente tiene que dejar de cantar constantemente mientras los músicos tocan, puede ser difícil mantenerse conectado a las verdades que están cantando. Mejores opciones incluyen comenzar una canción con una breve introducción, acortar las secciones instrumentales, o terminar las canciones en la última nota que la congregación canta en lugar de tocar el obligatorio final instrumental.
Para el bien de todos
Hacer que la voz de la congregación sea el instrumento principal en nuestras reuniones nos beneficia al menos de cinco maneras.
Primero, nos permite cumplir los mandatos de Efesios 5:19 y Colosenses 3:16. Entendemos mejor que no solo le cantamos a Dios, sino también a los demás. Nos damos cuenta de que estamos siendo exhortados por los que nos rodean.
Segundo, apreciar el valor de la voz de la congregación hace que nuestras reuniones no sean tanto de interpretación como de participación. Menos sobre estar impresionado y más sobre estar involucrado. Nos ayuda a ver que los músicos son una parte del cuerpo, no están separados de él. Todos estamos siendo dirigidos por nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesús, que perfecciona todas nuestras ofrendas de alabanza al Padre (1 P. 2:5).
En tercer lugar, destacar el papel de la congregación aumenta nuestra conciencia de lo que cada uno de nosotros aporta para construir la iglesia. Típicamente, cuando alguien pregunta: «¿Cómo fue la adoración?», se refieren a lo que hicieron los músicos. Ignorando por un momento que «adoración» significa mucho más que cantar los domingos, la adoración congregacional es principalmente sobre lo que hace la congregación, no los líderes musicales. Así que la calidad de la «adoración» está determinada por el entusiasmo, la participación, el compromiso y la expresión de la gente.
Cuarto, priorizar el sonido de la congregación hace que nuestros cantos dependan menos de músicos fantásticos y más de corazones llenos de fe. Podemos estar agradecidos por las iglesias que tienen músicos increíbles que sirven a sus iglesias con excelencia cada semana. Pero seamos honestos. La gran mayoría de las iglesias tienen músicos promedio. Esperemos que cada vez sean mejores, pero aun así no son profesionales. Pero eso no tiene por qué afectar el sonido de los individuos cuyos ojos y corazones se han abierto a las glorias del Salvador.
Finalmente, considerar a la congregación como el instrumento principal de los domingos expresa nuestra unidad de forma más clara. No hay una línea divisoria entre los músicos y el pueblo, o los pastores y el pueblo. Somos el cuerpo de Cristo, hechos uno a través de su sangre, unidos en el Espíritu, llamados a «un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (Ro. 15:5-6).
Que así sea cada vez más en nuestras iglesias, para la gloria del Cordero cuya canción cantaremos a través de los siglos.
Bob Kauflin es el director de Sovereign Grace Music. Equipa a pastores y músicos en la teología y la práctica de la adoración congregacional, y sirve como pastor en la Iglesia Sovereign Grace en Louisville, Kentucky. Escribe en worshipmatters.com y es autor de True Worshipers: Seeking What Matters to God. Bob y su esposa, Julie, tienen seis hijos y un número creciente de nietos.