El gran intercambio

Necesitamos justificación para ser aceptables
delante de Dios. Pero no la tenemos. Lo que
tenemos es pecado.

Dios tiene lo que necesitamos y no merecemos
—justicia—. Nosotros tenemos lo que Dios aborrece
y rechaza —pecado—. ¿Cuál es la respuesta de Dios
ante esta situación?

Su respuesta es Jesucristo, el Hijo de Dios que
murió en nuestro lugar. Dios carga en Cristo
todos nuestros pecados y el castigo por nuestras
transgresiones recae en él. En la obediencia de
Cristo hasta la muerte, Dios satisface y
revindica su justicia y nos la concede (atribuye).
Nuestro pecado recae en Cristo y su justicia en
nosotros.

No podríamos hacer más énfasis en el hecho de que
Cristo es la respuesta de Dios. Todo se lo debemos
a Cristo.

Nunca podremos amar a Cristo excesivamente.
No podremos pensar en él en demasía, ni agradecerle
exageradamente, ni depender de él con exceso.
Toda nuestra justificación, toda nuestra justicia,
está en Cristo.

Este es el evangelio: las buenas nuevas de que
nuestros pecados recayeron en Cristo y sobre nosotros
su justicia; y que este gran intercambio se lleva a
cabo en nosotros no por obras sino por fe solamente.
He aquí las buenas nuevas que quitan la carga de
nuestras espaldas, nos dan gozo y nos hacen fuertes.

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