Nunca antes me habían enseñado que Dios es
glorificado cuando nos gozamos en él. Tal
gozo en Dios es precisamente lo que hace que
la alabanza sea un honor a Dios y no una
hipocresía.
No obstante, Jonathan Edwards lo dijo de un
modo muy claro y poderoso:
Dios se glorifica a sí mismo en las criaturas
también de dos maneras: 1. Al aparecerse en…
su entendimiento. 2. En comunicarse a sí mismo
al corazón de ellos; y en el gozo y el deleite
y disfrute de ellos en las manifestaciones que
Dios hace de sí mismo… Dios es glorificado no
solo porque ellos ven su gloria, sino también
porque se regocijan en ella.
Cuando aquellos que ven su gloria se deleitan en
ella, Dios es más glorificado que si solo la
vieran… El que da testimonio de su idea de la
gloria de Dios no glorifica a Dios tanto como el
que también da testimonio de su aprobación de esa
gloria y de su deleite en ella.
Este fue un descubrimiento impactante para mí.
Debo buscar el gozo en Dios si he de glorificarlo
como a la Realidad de más alta estima del universo.
El gozo no es una simple opción que acompaña a la
adoración. Es un componente esencial de la adoración.
Hay un nombre que le damos a aquellos que elogian
aunque no se deleiten en el objeto de su alabanza:
hipócritas. Este hecho que alabar significa tener un
placer consumado, y que el propósito más sublime del
hombre es beber más y más de este placer quizás haya
sido el descubrimiento más liberador de mi vida.
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