El cristianismo implica que los cambios son
posibles. Cambios profundos y de raíz.
Es posible que el corazón se vuelva amable
aunque antes haya sido cruel e insensible.
Es posible dejar de ser dominado por la amargura
y la ira. Es posible convertirse en una persona
afectuosa sin importar cómo haya sido su pasado.
La Biblia da por sentado que Dios es el factor
decisivo que nos convierte en lo que deberíamos
ser. Con una franqueza maravillosa, la Biblia
dice: «Sea quitada de vosotros… toda malicia.
Sed más bien amables unos con otros». No dice
«si pueden», ni «si sus padres fueron amables
con ustedes», ni «a menos que los hayan tratado
con una terrible injusticia». Simplemente dice
que seamos amables.
Esto nos trae una libertad increíble. Nos libera
del terrible fatalismo que dicta que es
imposible que yo cambie. Nos libera de las
teorías mecanicistas que hacen de nuestro pasado
nuestro destino.
Los mandamientos de Dios siempre traen verdades
para creer que son liberadoras y que nos cambian
la vida. Por ejemplo:
Dios nos adoptó como hijos suyos. Tenemos un
nuevo Padre y una nueva familia. Esto rompe el
poder fatalista que nuestra familia y orígenes
puedan tener sobre nuestra vida: «Y no llaméis
a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno
es vuestro Padre, el que está en los cielos»
(Mateo 23:9).
Dios nos ama como a hijos. Somos sus «hijos
amados». El mandamiento de imitar el amor de
Dios no pende del aire, sino que tiene un
fundamento firme: «Sed, pues, imitadores de Dios
como hijos amados». Amar es el mandamiento y
ser amados es lo que nos da poder para amar.
Dios nos perdonó en Cristo. «Sed más bien
amables… perdonándoos unos a otros, así como
también Dios os perdonó en Cristo». Lo que Dios
hizo nos da poder para cambiar. El mandato de
ser amables está más relacionado con lo que Dios
hizo por usted que con lo que su madre le hizo
a usted. Esta clase de mandato implica que usted
puede cambiar.
Cristo nos amó y se dio a sí mismo por nosotros.
«Y andad en amor, así como también Cristo os amó».
El mandato viene con una verdad que cambia la vida.
Cristo nos amó. En el momento en que tenga la
oportunidad de ejercitar el amor y una voz le diga:
«Tú no eres una persona amable»; puede responderle:
«El amor de Cristo por mi me hace una nueva persona.
Su mandamiento a amar es tan posible para mi como
verdadera es la promesa de su amor hacia mí».
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