Cuando se levantan en la mañana y ven el día que
tienen por delante, ¿qué se dicen a sí mismos
acerca de lo que esperan en ese día? Cuando
consideran desde el principio del día hasta el
final del día, ¿qué es lo que desean que suceda
porque ustedes han vivido ese día?
Si su respuesta es: «Ni siquiera lo pienso, solo
me levanto y hago lo que tengo que hacer»,
entonces se están privando de un medio de gracia
esencial y de una fuente de guía y fuerza y
fructificación y gozo. En la Biblia está
claramente expresado, inclusive en este texto,
que Dios quiere que tengamos en la mira, a
conciencia, algo significativo para nuestros días.
La voluntad revelada de Dios para ustedes, desde
el momento en que se levantan en la mañana, es
que no caminen por el día a la deriva, dejando
que solo las meras circunstancias dicten lo que
tienen que hacer, sino que apunten hacia algo
que pongan la mirada en cierto tipo de propósito.
Aquí me refiero a niños, y a adolescentes, y a
adultos sean solteros, casados, viudos, madres,
y en todo tipo de oficio.
Una vida sin rumbo es como una vida sin vida.
Las hojas secas en el jardín de mi casa podrían
moverse de un lugar a otro más que ninguna otra
cosa más que el perro y más que los niños. Si el
viento sopla para un lado, las hojas van para ese
lado. Si el viento sopla para el otro lado, las
hojas van para el otro lado. Dan vueltas, se
levantan, caen, se amontonan contra un cerco, pero
no tienen dirección de ningún tipo. Están llenas
de movimiento, pero carentes de vida.
Dios no creó a los seres humanos a su imagen para
que anduvieran sin rumbo, como hojas secas que
vuelan por el patio de la vida. Él nos creó para
que tengamos un propósito, algo en qué enfocarnos,
un objetivo en todos nuestros días.
¿Cuál es el de ustedes hoy?
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