Apaciéntate de la fidelidad

Si eres creyente, sin duda valoras grandemente la fidelidad de Dios, la preciosa realidad de que él es «poderoso para hacer todo lo que había prometido» (Ro 4:21). También crees que Cristo sostiene todo el universo «con la palabra de su poder» (He 1:3). Por tanto, toda la realidad, por no hablar de tu futuro eterno, depende literalmente de que Dios sea fiel a su palabra.

«Ser fiel a tu palabra». Esa es una definición concisa y clara de lo que significa ser una persona fiel. Hay coherencia entre lo que dices y lo que haces, entre lo que crees y cómo te comportas, entre lo que prometes y lo que cumples.

Cuando nosotros —y la Biblia— describimos a alguien como «fiel», casi nunca nos referimos a cuánta fe posee esa persona, sino a cuánta fe pueden depositar los demás en ella; o sea, a cuánto pueden confiar los demás en que cumplirá lo que promete. Una persona fiel guarda —aprecia, mantiene, protege— la fe de los que depositan su confianza en ella.

A todos nos gusta pensar que somos personas fieles, pero todos fallamos en diferentes momentos y de diferentes maneras. Como cualidad del carácter, como fruto del Espíritu (Gá 5:22), la fidelidad escasea con demasiada frecuencia. Siempre ha sido así, y por eso tenemos este proverbio en la Biblia: «Muchos hombres proclaman su propia lealtad, pero un hombre digno de confianza, ¿quién lo hallará?» (Pr 20:6).

Así que, pensando en nosotros, ¿de qué manera podemos llegar a ser más fieles discípulos de Jesús? Una forma de hacerlo es meditando en un versículo crucial:

Confía en el Señor, y haz el bien. Habita en la tierra y apaciéntate de la fidelidad (Sal 37:3, RVA).

Apaciéntate de la fidelidad

El Salmo 37 fue escrito por David, a quien Dios «tomó de entre los apriscos […], para pastorear a Jacob, su pueblo» (Sal 78:70-71). La experiencia de David como pastor podría explicar su elección de la frase traducida como «apaciéntate de la fidelidad». La única versión que traduce correctamente este versículo es la Reina-Valera Actualizada,1 pero el resto de versiones no nos transmiten a nosotros como lectores actuales el significado completo de lo que las palabras hebreas ra’ah y emunah significaron para David y sus lectores originales. He aquí la razón:

  • La palabra ra’ah puede significar: «alimentar, apacentar, conducir a los pastos, pastorear, proteger y nutrir».2
  • La palabra emunah puede significar: «perseverancia, confiabilidad, fidelidad, firmeza, seguridad y honestidad».3

Traducir esta frase es un reto porque David utilizó una alusión pastoral llena de matices, una alusión que sus lectores originales entendieron fácilmente  —dado lo familiarizados que estaban con el pastoreo—, pero que en la actualidad se nos escapa a la mayoría de nosotros. Por ello, los traductores se esfuerzan por interpretar y transmitir su significado de manera que lo entendamos. Lo que explica la variedad de intentos diferentes que encontramos:

  • La RV60 traduce la frase como «te apacentarás de la verdad».
  • La LBLA lo hace como «cultiva la fidelidad».
  • La NVIC lo hace como «mantente fiel».

Tal vez nos acercaremos más a lo que David quiso decir si fusionamos el «cultivar» de La Biblia de las Américas con el «apacentar» de la Reina-Valera, de modo que nos quedemos con la idea de «cultivar diligentemente [apacentando] la virtud de la fidelidad».4

Pero tanto «cultivar» como «apacentar» como «mantenerse fiel» nos transmiten en cierto sentido lo que David quiere que hagamos: dedicarnos a desarrollar la fidelidad hasta que se convierta en parte integral nuestra.

Cómo desarrollar tu fidelidad

El mandato de David encaja con la manera en que la Biblia nos anima a buscar todos los aspectos de la piedad. Estamos llamados a edificarnos en nuestra «santísima fe» (Jud 20). Y la forma en que nos edificamos espiritualmente es similar a la forma en que edificamos nuestras capacidades para cualquier cosa: ejercitamos aquello que queremos que crezca.

Los músculos del cuerpo se desarrollan mediante el ejercicio físico. Así pues, si queremos fortalecer nuestros músculos o nuestra mente, debemos ejercitarlos. Debemos luchar contra la resistencia interna y externa. Debemos soportar la incomodidad y perseverar para superar las limitaciones de nuestras capacidades actuales hasta que la incomodidad disminuya y nuestras capacidades aumenten. Y no debemos ceder a esa vocecita que nos ofrece todo tipo de razones para que nos rindamos.

A todos nos gusta la idea de tener cuerpos más fuertes y esbeltos, pero a todos nos cuesta hacer ejercicio y comer más sano. A todos nos gusta la idea de perfeccionar nuestras habilidades, pero a todos nos cuesta esforzarnos en la práctica y el estudio. A todos nos gusta la idea de crear hábitos nuevos, sanos y fructíferos, pero a todos nos cuesta ser constantes en dichos hábitos hasta que se conviertan en parte de nuestra conducta diaria.

Del mismo modo, a todos nos gusta la idea de llegar a ser más fieles con nuestros talentos y más dignos de confianza para aquellos a los que estamos llamados a servir y con los que servimos, pero a todos nos resulta difícil ejercitarnos «para la piedad» en esta área (1 Ti 4:7). Pero la única manera de llegar a ser más fieles es practicar la fidelidad, cultivar la fidelidad, alimentar la fidelidad, mantener la fidelidad, dedicarnos a desarrollar la fidelidad hasta que se convierta en parte integral de nuestras vidas.

Empieza con lo que se te ha dado

Lo maravilloso es que no necesitamos ser miembros exclusivos del gimnasio de la fidelidad para comenzar a desarrollar nuestra capacidad de ser fieles. Tenemos todo lo que necesitamos ahora mismo, justo donde nos encontramos. Jesús afirma que: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel» (Lc 16:10). Por tanto, si nos fortalecemos en Jesús para ser fieles en lo muy poco, él nos pondrá sobre mucho (Mt 25:23).

Lo primero que debemos hacer es identificar a las personas y las responsabilidades que Jesús nos ha confiado. Y luego recordar la exhortación de David:

Confía en el Señor, y haz el bien. Habita en la tierra y apaciéntate de la fidelidad (Sal 37:3, RVA).

Las personas y las responsabilidades que tenemos a nuestro alrededor son el lugar donde Dios quiere que confiemos en él. Esa es la «tierra» donde quiere que habitemos, al menos por ahora. Esas son las personas a las que quiere que hagamos el bien. Es ahí donde nos llama a practicar, a cultivar, a apacentar y a mantenernos fieles.

Si queremos ser hombres y mujeres más consecuentes con nuestra palabra, para quienes hay menos discontinuidad entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que creemos y cómo nos comportamos, entre lo que prometemos y lo que cumplimos, debemos serlo aquí, en la tierra donde Dios nos ha colocado.

Y, recuerda que, si te dedicas a desarrollar la fidelidad aquí, algún día oirás a tu Maestro decirte allí: «Bien [hecho], buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mt 25:23).

1. Aunque la RV60 y la RV95 sí traducen la palabra ra’ah como «apacentar», sin embargo, traducen emunah como «verdad». (N. del T.).

2. ESV English-Hebrew Reverse Interlinear Old Testament (Logos Bible Software).

3. (Íbid.).

4. Delitzsch, Franz: Biblical Commentary on The Psalms, Vol. II, p. 11 (Grand Rapids, Michigan: W. B. Eerdmans Publishing Company, 1971).

Jon Bloom

Jon Bloom

Jon Bloom se desempeña como maestro y cofundador de Deseando a Dios. Es autor de tres libros, Not by Sight, Things Not Seen y Don't Follow Your Heart. Él y su esposa tienen cinco hijos y tienen su hogar en las Ciudades Gemelas.