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Sé una persona que comparte el evangelio con los que tiene más cerca

«El propósito de la hospitalidad es forjar relaciones lo suficientemente fuertes como para soportar el peso de la verdad» —Dustin Willis y Brandon Clements

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Nunca olvidaré a Andrew. Él llegó a la iglesia hace muchos años. Vino desde el Reino Unido y no planeaba quedarse en los Estados Unidos por mucho tiempo. Andrew era joven, soltero y vivía en un pequeño departamento. Tenía toda excusa para no ser un buen prójimo. Sin embargo, es uno de los hombres más hospitalarios que he conocido. Con regularidad recibía en su casa a sus colegas, a sus vecinos y a los miembros de la iglesia. En su último domingo aquí, le pregunté a la congregación de la tarde si alguna vez habían ido a la casa de Andrew. Casi todas las manos se levantaron. En una pequeña pero importante manera, Andrew marcó una diferencia. Al abrir su casa y compartir su vida, él ayudó a otros a ver la prioridad del Señor Jesucristo. Él es un prójimo que comparte el Evangelio con los que tiene cerca.

Todo cristiano quiere marcar una diferencia. Es parte de nuestro ADN espiritual. Sabemos la gran necesidad de salvación de la humanidad, por lo que anhelamos ver a nuestros amigos responder al Evangelio en arrepentimiento y fe. Sin embargo, si somos honesto, admitamos que luchamos en esta área. Sabemos que nuestros amigos necesitan las buenas noticias, pero nos cuesta mucho abrir nuestros hogares y nuestras bocas para dar a conocer el Evangelio. Con demasiada frecuencia, somos como una empresa postal que no parece dejar la entrada.

Ser un buen prójimo es un componente crucial para ser un evangelista fiel. Todos debemos aspirar a ser prójimos que comparten Evangelio con los que tiene cerca. Pero primero, quisiera evaluar un par de maneras típicas en las que medimos el éxito evangelístico.

LOS PARÁMETROS DEL ÉXITO

Es tentador equiparar el evangelismo saludable con resultados. Hace poco escuché a un líder cristiano lamentarse por la falta de bautismos en nuestro estado. Asumió que esto se debía a que no estamos evangelizando lo suficiente (¡y podría estar en lo correcto!). Sin duda, puesto que Dios es el dador de vida, un descenso en el número de bautismos no necesariamente se debe a la falta de evangelismo. Después de todo, plantamos las semillas por medio del evangelismo y depende de Dios dar el crecimiento en conversión y luego en bautismo (ver 1Co 3:6). Por lo tanto, no creo que un «número de bautismos» sea el mejor parámetro para evaluar nuestro compromiso con el evangelismo.

En lugar de contar el número de bautismos, debemos contar la cantidad de veces que hemos compartido el Evangelio en una semana específica. Contar las conversaciones evangelísticas es un parámetro mucho mejor. Nos recuerda que aunque la salvación está en las manos del Señor, debemos contarle a las personas de Jesús (Ro 10:14). ¿Debería yo, como pastor, desafiar a cada miembro de la iglesia a compartir el Evangelio una vez al día? Estoy pensando en eso y sí, creo que la frecuencia de las conversaciones evangelísticas es un mejor cálculo de nuestra salud espiritual que el número de bautismos que registramos.

Sin embargo, existe una mejor manera. Además de orar por bautismos y animar a tener mayor cantidad de conversaciones evangelísticas, los cristianos fieles buscarán abrir sus vidas y hogares en la práctica bíblica de la hospitalidad. Me encanta como lo dicen Dustin Wills y Brandon Clements: «La manera más simple de cambiar el mundo es aprovechar tu vida común y corriente para la historia de la misión radical de la hospitalidad de Dios»[1].

¿ES BÍBLICO ESTAR CERCA DE OTRAS PERSONAS?

Una cantidad de pasajes en el Nuevo Testamento nos llaman a ser buenos prójimos. La más obvia es la parábola del Buen Samaritano (Lc 10:25-37). Los cristianos deben mostrar misericordia por quienes no son tomados en cuenta y son despreciados. Todo cristiano debe tener un disposición como la de Cristo ante todos: amar alegremente aquellos en necesidad. Este es el espíritu de la primera mitad de Gálatas 6:10 donde Pablo le dice a las iglesias, «hagamos bien a todos». Esto se aplica a los refugiados sirios alrededor del mundo, al hombre indigente de la ciudad, a la solitaria viuda y a la ocupada joven familia que vive justo al lado.

El requisito para la hospitalidad llega al centro de ser prójimo. Es incluso una cualidad del liderazgo de ancianos. Cualquier hombre que quiera pastorear el rebaño de Dios debe ser hospitalario (1Ti 3:2Ti 1:8). Al describir el llamado de un anciano, Alexander Strauch nota, «Un hogar abierto es una señal de un corazón abierto y de un espíritu de servicio amante y abnegado. La falta de hospitalidad es señal segura de un cristianismo egoísta, sin vida y sin amor»[2].

Aunque Staruch aplica esta cualidad a la hospitalidad dentro del cuerpo de Cristo, existen buenas razones para pensar que Pablo tenía la intención de abordar una visión más amplia. Por ejemplo, el autor de Hebreos nos exhorta a «mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (Heb 13:2). Como Pablo, él está muy preocupado de que la hospitalidad se lleve a cabo dentro de la iglesia. Podría estar exhortando a los creyentes a abrir sus casas a los cristianos viajeros. Sin embargo, el lenguaje es lo suficientemente amplio para incluir a aquellos que no conocen al Señor[3]. Pablo tiene un mensaje similar en Romanos 12:13-14: «contribuyendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan». Pablo le exige a todos un espíritu de generosidad: al hermano o hermana, al extraño e incluso ¡al enemigo!

Los pastores y los cristianos fieles por igual lucharán para ser buenos prójimos. Abrirán sus casas a las personas que los rodean. Tal hospitalidad no existe sin un costo (toma tiempo y dinero). Si el costo parece alto, recuerda las palabras de nuestro Salvador en Lucas 9:23, «Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame».

Sí, estar cerca de otras personas en el Evangelio es bíblico.

¿COBARDE EN TU VECINDARIO?

Ser vecinos en el Evangelio es importante. Solo para estar claros, oro para que se den toneladas de conversaciones evangelísticas espontáneas en la semana. No solo eso, animo a los cristianos a invitar a sus amigos no cristianos a los servicios dominicales. Estas reuniones públicas son un buen lugar para escuchar Evangelio. Sin embargo, temo que si abandonamos el trabajo duro de ser vecinos en el Evangelio, cualquier cultura de evangelismo que construyamos será demasiado pobre y superficial. Ser vecinos en el Evangelio hace que nuestro evangelismo sea robusto y profundo. Aunque es genial compartir el Evangelio con cualquier persona que conozcas (la Palabra de Dios es suficiente para salvar) es apropiado compartir el Evangelio en el contexto de relaciones estables. Ser vecinos en el Evangelio es lucha para hacer ese tipo de relaciones una realidad.

Si los pastores son fieles en compartir el Evangelio en la reunión dominical de la mañana, pero no son fieles con hacer a Cristo conocido en sus cuadras, ¿son realmente evangelísticos? Como desafía el citable pastor de Dallas Matt Chandler, «si eres una bestia en el púlpito, pero un cobarde en tu vecindario, algo no anda bien». Sin embargo, esto no es una crítica para los pastores. Todos nosotros necesitamos oír esto. Si estás dispuesto a enganchar en una conversación de diez minutos con el conductor de Uber, pero no estás dispuesto a invertir en las personas que Dios plantó en tu familia, en tu trabajo o en tu vecindario, ¿eres verdaderamente un evangelista fiel? No lo creo.

UN DESAFÍO Y UNA ADVERTENCIA

El desafío es para que cada iglesia y cristiano vea la importancia de comprometernos con nuestros prójimos: las personas que Dios ha puesto específicamente en nuestras vidas. Ya sea una casa por la que pasamos en la mañana todas las mañanas o un colega con el que hablamos todos los días.

La fría y dura verdad es que muchos de nosotros ni siquiera sabemos quién vive al lado de nuestra casa. Jay Pathak y Dave Tunyon en su libro, The Art of Neighboring [El arte de ser vecino], idearon un ingenioso ejercicio para ver cuán bien conoces a tus vecinos. Dibuja una tabla con nueve cuadrados (piensa en el juego del gato) y marca tu casa en el centro. Los otros cuadrados son los ocho vecinos más cercanos de tu edificio, residencia universitaria o cuadra. En cada cuadrado, anota tres datos sobre cada vecino: primero, su nombre; segundo, un hecho simple (por ejemplo, «trabaja en la tienda del centro» o «mamá de tres niños»); tercero, un detalle (por ejemplo, «quiere ser abogado» o «tiene experiencia con la religión». Pathak y Runyon denominan esto «la tabla de la vergüenza» porque muy pocos podemos pasar la primera pregunta[4].

Ves el desafío, ¿cierto? Es difícil tener conversaciones significativas sobre cualquier cosa con tus vecinos si en realidad no los conoces.

La advertencia es igual de importante. No debemos tratar a nuestros prójimos como proyectos. No son máquinas que necesiten ajustar sus controles antes de que se sobrecalienten. Preocúpate por las personas por quienes son (portadores de la imagen de Dios) y no simplemente por quienes podrían convertirse (nuestros hermanos y hermanas en Cristo)[5].

Esta es una tensión que siento cuando miro mi calendario. La vida está ocupada y quiero ser un buen administrador de mi tiempo. No estoy buscando amistades profundas con personas que no conocen a Cristo. Y sin embargo, si no hago espacio para mis prójimos no creyentes, ¿estoy realmente viviendo el gran mandamiento (Mt 22:37-38), mucho menos la Gran Comisión (Mt 28:19-20)? Y si los atraigo solo porque un día podrían ser hijos de Dios, ¿no arriesgo verlos como una batalla que debe ser ganada en lugar de un vecino que debe ser servido? Eso creo.

El desafío es conocer a tus prójimos. La advertencia es tener cuidado de tratarlos como objetos que necesitan ser arreglados en lugar de verlos como personas que necesitan ser amadas.

EL OBJETIVO FINAL

Como cristiano, no puedo negar cuánto anhelo que mis vecinos y prójimos sepan lo que yo sé: Jesucristo es Señor. Hemos sido hechos para conocer y amar a Dios. Todos nosotros fallamos y merecemos un castigo eterno. Sin embargo, Dios, en su amor, hizo una vía de escape. El Padre envió al Hijo al mundo. Jesús vivió una vida perfecta y, por lo tanto, podía morir como un perfecto sacrificio en lugar de todo aquel que se volviera y confiara en él. Este es el Evangelio, es el centro de mi vida y es lo que quiero que quienes me rodean escuchen y crean. Este no es el único el objetivo de un buen vecino, sino que es el objetivo final. Valoro cómo Willis y Clement muestran este punto:

Claramente el objetivo de la hospitalidad es más que meramente invitar a alguien a nuestro hogar, compartir una buena comida y un par de historias y llamarla una gran noche. Somos misioneros, después de todo. Pablo nos recuerda que «somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros» (2Co 5:20). El pastor Charles Spurgeon dijo, «todo cristiano… o es un misionero o es un impostor»[6].

Quiero compartir a Cristo con el conductor de Uber, con el camarero y con cualquiera que se cruce en mi camino. No obstante, quiero ser especialmente fiel con aquellos que Dios ha puesto en mi vida. Ellos son mis prójimos más cercanos y tengo la responsabilidad única de mostrarles a Cristo. Además, ¡no quiero ser una bestia en el púlpito y un cobarde en mi vecindario! Estoy seguro de que tú tampoco.

AVANCEMOS

¿Cómo puedes (y puedo) crecer en ser un prójimo en el Evangelio para la gloria de Dios? A continuación, comparto diez imperativos que oro para que Dios los use y así nos lleve en la dirección correcta.

1. Nombra a las personas que Dios ha puesto a tu alrededor. Esto vuelve a la «tabla de la vergüenza» mencionada en el Art of Neighboring [El arte de ser vecino]. Date un par de semanas o incluso meses, pero haz todo lo que puedas para descubrir quién está a tu alrededor.

2. Comienza a orar por tus vecinos y prójimos por nombre. Sé como esa viuda persistente de Lucas 18. Ruega a Dios para que abra puertas (1Co 16:9). Él puede hacerlo.

3. Haz estrategias para ver formas en las que puedes acogerlos en tu vida. El libro The Simplest Way to Change the World: Biblical Hospitality As a Way of Life [La manera más simple de cambiar al mundo: la hospitalidad bíblica como una forma de vivir] está lleno de maneras prácticas y fáciles en las que puedes abrir tu hogar a tus vecinos y prójimos. Es una buena lectura. Habrá que esforzarse para descubrir si necesitas pasar más tiempo yendo a las reuniones del vecindario o simplemente abriendo tu casa una vez al trimestre para un asado. Puede ser que ya tengas una relación con alguno de tus vecinos que puedas desarrollar. ¿Es tiempo de ver quién está interesado en leer la Biblia contigo?

4. Acoge a tus vecinos y prójimos en tu vida. Al menos para mí, la parte más difícil no es ser estratégico en cómo tener vecinos y prójimos de visita en mi casa, sino que hacerlo concretamente. Para algunos de ustedes, esto es muy fácil. Para muchos de nosotros, es difícil. Esto puede deberse a la falta de tiempo, de energía y de coraje. ¡Necesitarás todas ellas!

5. Ámalos por quienes son. De nuevo, con el fin de ser un prójimo del Evangelio, el evangelismo no debiese ser tu único objetivo. Disfruta, conociendo a quienes te rodean. Hazles preguntas. Encuentra formas de servirlos y de pasar tiempos juntos. Ellos son portadores magníficos de la imagen de Dios. No sabes su futuro, así que intenta amarlos donde estén.

6. Sé consistente. Queremos aspirar a ser vecinos y prójimos en el Evangelio hasta que el Señor regrese. Comprometámonos a largo plazo. Esto podría requerir establecer objetivos de hospitalidad bastante sencillos. Mejor hacer poco por un largo tiempo que sobrecargarte por un mes.

7. Busca rendir cuentas. ¿Tienes un hermano o hermana cristiana que te desafíe a leer tu Biblia y a orar fielmente? Considera pedirle que te anime en la disciplina de hospitalidad también.

8. Comparte tu mayor amor. Si eres un cristiano, lo que más amas es a Cristo. Punto. La forma en que compartes el Evangelio con quienes te rodean requiere sabiduría. De nuevo, no quieres que se sientan como proyectos. Sin embargo, tampoco quieres quedarte en silencio por demasiado tiempo. Willis y Clements son amablemente honestos: «Sí, mientras das el valiente paso de compartir las buenas noticias podrías sentirte nervioso y reacio por miedo a ser rechazado, pero entiende que el Evangelio que tienes es tan atractivo para los que sufren y viven justo al lado de ti»[7]. Tan cierto.

9. Mantén lo primero como lo primero. Todos sabemos que alguien que se enfoca demasiado en el discipulado descuida el evangelismo. Esto no es bueno. Sin embargo, no olvidemos el mandamiento completo de Pablo en Gálatas 6:10, «Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe». Pablo priorizó a la iglesia local. Esto es seguro porque él recordó las palabras de Cristo, «En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros» (Jn 13:35). Ser un prójimo fiel comienza con ser un miembro fiel de la iglesia.

10. Descansa. ¿Recuerdas a Andrew, el joven que abría su departamento literalmente a docenas de amigos? No todos somos como Andrew. Para él parecía natural. Afortunadamente, nuestra esperanza no está en ser como Andrew. Nuestra confianza está en Dios quien nos creó a cada uno de la manera que él quiso que fuéramos. Nuestro éxito en ser prójimos del Evangelio, por lo tanto, no depende de nuestro encanto, de nuestra capacidad para hacer una fiesta ni siquiera de nuestra perseverancia. Viene del poder del Espíritu de Dios que exalta al Hijo de Dios conocido por el bien de la gloria de Dios. Debido a esto, incluso mientras nos esforzamos por ser un prójimo del Evangelio, podemos descansar.


[1] Dustin Willis y Brandon Clements, The Simplest Way to Change the World: Biblical Hospitality As a Way of Life [La manera más simple de cambiar al mundo: la hospitalidad bíblica como una forma de vivir] (Chicago: Moody, 2017), 143.

[2] Alexander Strauch, Liderazgo bíblico de ancianos: un urgente llamado a restaurar el liderazgo bíblico en las iglesias (Littleton, CO: Lewis & Roth, 2001), 201.

[3] «En el versículo 2, el autor enseña que este amor fraternal debe extenderse incluso más allá de la iglesia». R. Albert Mohler Jr., Christ-Centered Exposition Commentary: Exalting Jesus in Hebrews [Un comentario expositivo centrado en Cristo: exaltando a Jesús en Hebreos] (Nashville: B&H Publishing, 2017), 220.

[4] Jay Pathak and Dave Runyon, The Art of Neighboring: Building Genuine Relationships Right Outside Your Door [El arte de ser vecino: construyendo relaciones genuinas justo fuera de tu puerta (Grand Rapids: Baker Books, 2012), 37–38.

[5] Ibíd., 102.

[6] Dustin Willis y Brandon Clements, The Simplest Way to Change the World: Biblical Hospitality As a Way of Life [La manera más simple de cambiar al mundo: la hospitalidad bíblica como una forma de vivir] (Chicago: Moody, 2017), 119.

[7] Ibíd., 121.


Escrito por Aaron Menikoff, Aaron Menikoff es Pastor Principal de la Iglesia Bautista Mt. Vernon en Sandy Springs, Georgia.

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